La mujer de blanco y Grandes esperanzas, dos de nuestras últimas novedades, son novelas muy distintas. Sin embargo, estos dos clásicos guardan un vínculo muy especial, y es que la amistad que unió a sus autores durante más de dos décadas es, sin duda, una de las más emblemáticas de la literatura.
Wilkie Collins y Charles Dickens se conocieron gracias a un amigo común. Enseguida congeniaron, y su afición por el teatro logró unirlos a pesar de la diferencia de edad entre ambos (Collins es doce años menor que el autor de Oliver Twist) y de la disparidad en sus orígenes y carreras literarias.
Cuando Collins y Dickens coincidieron por primera vez en 1851, Dickens ya era un autor de renombre en la sociedad victoriana: estaba a punto de cumplir cuarenta, ya había publicado los títulos más representativos de su obra y se había convertido en una figura tan popular como prestigiosa. Collins, por su parte, era un veinteañero cuyo éxito literario aún estaba por llegar.
La amistad que surgió entre ellos también influyó de manera notable en sus carreras literarias: se recomendaban ideas para sus respectivas novelas, e incluso llegaron a escribir algunos relatos cortos juntos. Además, la cartera de contactos de Dickens le abrió muchas puertas a Collins, que empezó a colaborar de manera frecuente con distintas revistas literarias. De hecho, fue una de estas revistas la que dio el empujón definitivo a su carrera: el autor inglés publicó la primera entrega de La mujer de blanco en la revista Durante todo el año, fundada por Dickens. Con la publicación por entregas de esta novela, las ventas de la revista pasaron de los 38.000 ejemplares a los 300.000. Esto le valió al autor inglés una popularidad literaria y unos ingresos que, durante al menos una década, no tenían nada que envidiar a los de Dickens.
Pero el campo literario no fue el único en el que la relación entre Wilkie y Charles tuvo un papel importante. Además de recomendaciones de escritura o contactos en el mundo editorial, los dos autores compartieron veladas en los barrios más bohemios de París y Londres. Es indudable que, gracias a la influencia de Collins, Dickens, cansado del encorsetamiento al que le sometía su lugar privilegiado en la sociedad victoriana, dio rienda suelta a su faceta más despreocupada y aventurera. Además, Collins y Dickens llegarían a ser familia: el hermano de Wilkie se casó con Catherine, la hija mayor de Dickens, en 1860.
Los dos autores se mantuvieron distanciados durante los últimos años de vida de Dickens. Collins vivió diecinueve años más después de la muerte de su amigo, pero es innegable que su escritura se resintió durante estos últimos años. Ambos autores vivieron sus grandes momentos de esplendor en compañía del otro y, por esta y otras muchas razones, su amistad será siempre una de las casualidades más fructíferas y bonitas de la historia de la literatura.