Tal día como hoy, hace doscientos años, nacía en Francia Gustave Flaubert, uno de los principales precursores de la novela moderna y padre de Madame Bovary.
La mejor manera de recordar a los grandes autores es celebrar que aún hay algo que los une a nosotros: su obra. Por eso, hoy te damos cinco razones por las que merece la pena leer Madame Bovary, obra maestra del autor galo.
1. Se trata de la obra cumbre del realismo
Junto a Sthendal y Balzac, Flaubert es uno de los tres grandes novelistas del realismo francés. Madame Bovary, con su estilo impecable y radicalmente innovador, supuso en aquella época una nueva forma de describir el mundo. El retrato de la sociedad francesa de la segunda mitad del S. XIX, la exactitud narrativa y la construcción de personajes que vemos en Madame Bovary son solo algunos de los aspectos que ponen de manifiesto el genio de Flaubery su capacidad para encontrar belleza ciñéndose a la realidad de las cosas.
2. «Le mot juste»: Madame Bovary como resultado de un ejercicio de perfección estilística
Flaubert era meticuloso y perfeccionista. No en vano, siempre se le asocia con el concepto «le mot juste» («la palabra exacta»), que hace referencia a la búsqueda obsesiva que el autor llevaba a cabo hasta dar con la palabra precisa que expresaba lo que quería transmitir. La genial fluidez de su prosa responde a su don natural, pero también a todas las horas que pasaba corrigiendo cuartillas, eliminando repeticiones de palabras, sonidos (¡e incluso letras!) y buscando la perfección estética y estilística. Según los expertos, Flaubert podía tardar hasta dos semanas en escribir media página.
La lectura de Madame Bovary, una novela que se apoya más en su estilo literario que en su trama, es el medio perfecto para conocer de cerca la increíble meticulosidad que caracteriza al autor.
3. Permite una relectura en clave de género
Madame Bovary aborda con maestría un tema que no tiene géneros: la frustración humana. Sin embargo, si ponemos el foco sobre Emma, la protagonista, descubriremos a una mujer anulada y encerrada en una sociedad patriarcal que bien podría ser la del S. XXI.
Cualquier lector atento y perspicaz sabrá leer en la historia de Emma un canto a la liberación femenina y una crítica a la sociedad que condenaba a las mujeres al ámbito doméstico y que les ponía límites y barreras a lo que ellas realmente querían ser.
4. La riqueza de su reflexión ideológica
Una obra se convierte en un clásico cuando pone sobre la mesa una realidad atemporal, con la que individuos de distintas generaciones pueden sentirse identificados. Además de la ya mencionada frustración humana, Madame Bovary reflexiona acerca de cuestiones tan universales como el egoísmo, la vanidad o el orgullo. Flaubert aborda temas políticos, religiosos y culturales con tanta agudeza que es inevitable llevar a cabo una lectura pausada y reflexiva, que cuestiona nuestra forma de ver el mundo.
5. Trascendencia
Madame Bovary es un personaje inmortal, al que siempre volvemos cuando nos sentimos vacíos o insatisfechos. Es una obra de referencia para autores de la talla de Nabokov o Hemingway, ha encabezado la lista de los 10 mejores libros de todos los tiempos según la revista Time y ha sido llevada a la gran pantalla en numerosas ocasiones.
Además, su influencia es tan grande que le ha permitido saltar del plano literario hasta llegar a la cultura popular: Emma ha dado pie al término «bovarismo», usado en el campo de la psicología para referirse al estado de resignación de una persona y a la anulación de sus aspiraciones.
Nunca se ha confirmado que la famosa frase «Madame Bovary, c’est moi» fuera pronunciada o escrita por Flaubert. Sin embargo, es innegable que Madame Bovary, en realidad, somos todos: los infortunios de esta heroína desdichada siguen siendo de notoria actualidad para todos los que, dos siglos después, se resignan ante la realidad aburrida del día a día.