A estos dos filólogos y folcloristas alemanes les debemos gran parte de los cuentos infantiles tal como los conocemos ahora. En su afán por preservar los cuentos populares, se dedicaron a recopilar historias orales y trasladarlas al papel. Tarea que llevaron a cabo procurando mantener la frescura original, el tono y las expresiones de la gente que se las contaba y no cayendo en la tentación de reescribirlos. El resultado es una extensa recopilación que se publicó en tres tomos entre 1812 y 1822: Cuentos infantiles y del hogar. Su relevancia y el cariño de los lectores por estas historias hace que se sigan publicando y leyendo doscientos años después, simplemente conocidos como Cuentos de los hermanos Grimm. Entre ellos encontramos clásicos como La cenicienta, Hansel y Gretel, Caperucita roja, Rapunzel, El sastrecillo valiente, Pulgarcito, El enano saltarín, Los músicos de Bremen, La bella durmiente o Blancanieves.