En realidad, su verdadero nombre no ha llegado a nosotros, pues la palabra epiktetos en griego significa “adquirido” o “comprado”, y de hecho, durante sus primeros años fue esclavo de Epafrodito, un liberto de Nerón. Era cojo, no se sabe si de nacimiento o porque su dueño le rompió la pierna. Siendo todavía esclavo, fue discípulo del filósofo estoico romano Musonio Rufo. Tras la muerte de su amo fue liberado y se dedicó al estudio del estoicismo, pero se vio obligado a abandonar Roma cuando, hacia el año 94, el emperador Domiciano decretó el destierro de todos los filósofos. Se estableció entonces en la ciudad griega de Nicópolis, en el Epiro, donde fundó una escuela filosófica y vivió hasta su muerte. Epicteto, un esclavo, conforma, junto a Marco Aurelio, un emperador, y Séneca, un filósofo y político, la tríada de los grandes filósofos del llamado estoicismo nuevo, el período más fructífero de la escuela estoica, fundada en el 301 a.C.en Atenas. El estoicismo, cuyo fin último es la búsqueda de la felicidad por medio de la sabiduría y la virtud, acabaría convirtiéndose en una de las doctrinas más influyentes de la historia. Han transcurrido casi dos milenios desde que las pronunciara, pero el lector actual descubrirá que las palabras de Epicteto siguen teniendo plena vigencia en estos tiempos convulsos que nos ha tocado vivir.